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Por Rafael Santiago Medina
San Juan, 20 oct (INS).- El sonido de explosiones y gases lacrimógenos han sido escenas muy comunes en Estados Unidos durante meses recientes.
Como trasfondo a esta situación de violencia que ha vivido la sociedad estadounidense este año, el presidente Donald Trump ha pronunciado palabras de condena características de un tirano, no de una figura de Estado sosegada que tenga la capacidad de apaciguar las manifestaciones de protestas callejeras.
La mayoría de las protestas contra el racismo han sido pacíficas, pero desembocaron en violencia debido a la represión policial y de las autoridades federales que intervinieron.
Ha prometido Trump en varias ocasiones usar la fuerza militar, como lo ha llegado a hacer esporádicamente contra los manifestantes para aplastar las protestas, lo cual ha tenido el efecto de exacerbarlas.
El presidente ha afirmado estar dispuesto a utilizar todos los recursos civiles y militares del gobierno federal, declarando su proclividad a desplegar “miles de soldados fuertemente armados, personal militar y agentes de la ley» para poner orden y detener las protestas.
Esto ha sido una suerte de silbato ultrasónico para canes entrenados con el propósito de movilizar a sus partidarios armados. Cualquiera que haya pensado que la presidencia de Trump representaba una amenaza para la democracia estadounidense, cualquiera que alguna vez pensó que Trump podría desencadenar una guerra civil, ha visto esos temores muy cerca de materializarse este año.
Pedir a los gobernadores que intensifiquen el uso de la fuerza para acallar las protestas, como en su momento lo hizo el presidente Trump, es intentar cristalizar su distopía ideológica en Estados Unidos. Una distopía intrínseca al ultraderechismo que él representa y que está polarizando peligrosamente a la sociedad estadounidense cada vez más. INS
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