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Por Rafael Santiago Medina
San Juan, 6 oct (INS).- Todos los análisis apuntan a que el alta dado al presidente Donald Trump en el hospital de la base militar Walter Reed fue forzado por él, concomitante a su característica prepotencia.
Sin haber completado el tratamiento de recuperación al Covid-19 y con el virus en su cuerpo todavía plenamente activo, a pesar de habérsele controlado los síntomas, su salida de la atención facultativa de los médicos del hospital militar donde comenzó el tratamiento posiblemente ha tenido la consecuencia, primero mientras estuvo hospitalizado de contagiar a los que lo acompañaron en el paseito en su vehículo blindado por las cercanías de la base castrense para saludar a sus seguidores, y luego tras su alta a los tripulantes del helicóptero que lo trajo de regreso a la Casa Blanca, donde se despojó de su mascarilla para posar ante los fotoperiodistas, y no se sabe si al personal cercano a él que labora en la Mansión Ejecutiva.
La temeridad e irrespeto al protocolo de profilaxis en los casos de contagios a un virus son un terrible ejemplo de un dignatario a su pueblo y dice mucho de su talante como gobernante, es la opinión consensuada.
Es mucho el repudio a sus declaraciones y conducta frente a la pandemia del
Covid-19 que azota tan inmisericordemente a Estados Unidos, con más de 210 mil muertos y cifras de contagios que superan los siete millones de infectados en la nación estadounidense.
No en balde, pulula la opinión de que Estados Unidos merece tener un mandatario con mejor talante, no importa su convicción ideológica, INS
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