
El sacerdote Roberto Martínez de los Santos, los diáconos Frank Luis de la Cruz Alcequiez y Juan María Durán, comentaron partes del Sermón de las Siete Palabras. Inter News Service. Inter News Service
Santo Domingo, 18 abr (INS).- Durante el tradicional Sermón de las Siete Palabras celebrado este Viernes Santo, la Iglesia católica pidió a las autoridades gubernamentales y a la sociedad buscar soluciones a los graves problemas que impactan al país, como el medio ambiente, la saturación de presos preventivos, inseguridad y los traumáticos accidentes de tránsito.
La Primera Palabra pronunciada desde el púlpito de la Catedral Primada de América correspondió al sacerdote Roberto Martínez de los Santos, párroco de la Parroquia San Roque González de Sabana Perdida, Santo Domingo Norte, quien al leer y comentar la frase evangélica “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, citada en (Lc 23,34) denunció el impacto destructivo de las actuales políticas económicas sobre el medio ambiente nacional.
Recordó que Jesucristo en la cruz perdonaba a quienes lo crucificaban sin comprender del todo sus actos, y hoy día muchos ciudadanos colaboran de manera inconsciente con el deterioro ecológico. Sin embargo, declaró que “hay actores con pleno conocimiento de las consecuencias de sus decisiones: grandes corporaciones y estructuras de poder que, según dijo, saben muy bien lo que hacen”.
Roberto Martínez de los Santos criticó la lógica económica que prioriza la rentabilidad por encima del bienestar ambiental, señalando que las políticas públicas actuales han sido cómplices del daño ambiental refiriendo, como ejemplo, casos locales como los conflictos mineros en las comunidades Cuance, San Juan y Cotuí donde, afirmó, el Estado ha favorecido intereses empresariales por encima de la protección de los recursos naturales.
“El país necesita un rediseño urgente de sus políticas públicas en materia ambiental. No se trata de hacer minería donde sale más barato, sino donde sea ambientalmente viable. El Estado debe sentarse primero con las comunidades, no con las empresas”, dijo.
El sermón también cuestionó el discurso del “hombre verde”, al que se le atribuye la responsabilidad del cambio climático, mientras se mantiene en la sombra a los verdaderos responsables: un reducido grupo de corporaciones responsables del 71% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial.
Además, abogó por la educación ambiental como eje central de las políticas del siglo XXI y pidió un gobierno con la voluntad política necesaria para recuperar los ríos Ozama e Isabela (en la provincia Santo Domingo) y convertirlos en orgullo nacional.
“Jesús pedía perdón por quienes no sabían lo que hacían, pero no pidió por los que sabían muy bien. A esos, les toca arrepentirse y cambiar el rumbo”, agregó.
Martínez recordó que la República Dominicana tiene alta fragilidad ambiental, y que mantener el equilibrio del ecosistema para sostener la vida aquí “exige regular y frenar las actividades de gran impacto en los recursos naturales”.
“En nuestro país se deben transparentar los procesos económicos que impactan al medioambiente, de manera que se devuelva la confianza en dichos procesos, tarea que le corresponde al Estado y no a las empresas privadas que negocian con los recursos naturales. El Estado debe sentarse con las comunidades antes de que lleguen las empresas y buscar salidas no conflictivas con los comunitarios”, añadió.
Sistema de salud
El reverendo Nicolás Cuello Hernández, superior de los Canónigos Regulares de Letrán, continuó con la segunda reflexión, basada en la frase “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Durante su intervención, el religioso hizo referencia a las debilidades del sistema de salud dominicano. “Muchos dominicanos y dominicanas se desangran y pierden sus vidas porque no pueden ser atendidos en nuestros hospitales”, dijo.
Pese a que reconoció mejoras en el sistema nacional de salud, como el remozamiento de 38 emergencias de la nación, Cuello citó debilidades que, a su juicio, todavía persisten: falta de avances en la implementación de la atención primaria, elevados costos en la atención y en los medicamentos, que afectan gravemente a las familias; baja inversión del Producto Interno Bruto y ausencia de un sistema de monitoreo funcional, bajos salarios y sobrecarga de trabajo, déficit de personal, deficiencias de tipo institucional, estructural y logístico y unas infraestructuras hospitalarias en muy mal estado.
En cuanto a los salarios, el religioso expresó: “Necesitamos una mejor remuneración para nuestros médicos, enfermeras y personal de salud, no podemos olvidar que para la pandemia los médicos y enfermeros fueron los héroes de este pueblo. No es posible que un legislador gane tres y cuatro veces más que un médico especialista”.
En ese escenario, el diácono Frank Luis de la Cruz Alcequiez, de la Parroquia Resurrección del Señor, situada en el barrio Herrera del municipio Santo Domingo Oeste, abordó la situación actual del sistema penitenciario al leer la quinta palabra, basada en la frase “Tengo sed”.
Al respecto afirmó que aunque la Ley 113-21 trajo esperanza, y la apertura de nuevas instalaciones como la cárcel de Las Parras ha sido bienvenida, persisten graves problemas, como hacinamiento, mora judicial, alimentación deficiente y atención médica insuficiente.
Explicó que propio presidente de la Suprema Corte de Justicia (Luis Henry Molina) reconoció, el pasado 7 de enero, que la mora judicial (retrasos en los procesos judiciales) es el principal problema del sistema. Esta realidad tiene rostro humano: miles de internos preventivos viven años tras las rejas sin condena firme.
“Esta mora judicial admitida tiene rostros, tiene nombres, en los internos preventivos incontables que con medidas de coerción reenviadas sin ser condenados se pudren en nuestras cárceles. Esta misma mora judicial genera el hacinamiento más terrible y perverso que nos podemos imaginar. Una celda para 40 internos donde viven 200. Además de problemas con la alimentación, se evidencia un precario sistema de salud, ya que los consultorios médicos de los centros penitenciarios no tienen herramientas necesarias para tratar con prontitud a los internos enfermos”, denunció el diácono.
“Rezamos por los jueces, fiscales y quienes dirigen la Dirección General de Servicios Penitenciarios y Correccionales, para que no olviden que, al final de su existencia, Dios será su juez”, agregó.
Dijo que frente a este escenario, la Pastoral Penitenciaria no solo acompaña espiritualmente a los internos, sino que está formando un equipo jurídico para contribuir a agilizar los casos estancados. Además, trabaja en la reinserción de los liberados a través de iniciativas como las Casas del Redentor, espacios de acogida para ayudar en el proceso de reencuentro con la vida social y familiar.
Citó la frase de Jesús: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6). Este llamado se hace visible hoy en las acciones de la Pastoral Penitenciaria, que reconoce a Cristo en cada persona privada de libertad.
“También ellos, y quizás más que nadie, tienen sed de Jesucristo, sed de Evangelio, sed de reconciliación”, expresó Frank Luis de la Cruz Alcequiez.
En ese contexto, expresó que Jesucristo pasó sed física, como cuando pidió agua a la Samaritana (Juan 4,7) para enseñarnos que dar de beber al sediento es vivir la caridad. “Él se identifica con los pobres y los encarcelados”, recordó el religioso, citando las palabras del Evangelio: “Estuve sediento y me dieron de beber” (Mateo 25:35).
Las tragedias
La cuarta palabra de Jesús en la cruz —“Elí, Elí, ¿lamá sabactaní?” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)—, recogida en el Evangelio de San Mateo (27,46), la comentó el diácono Juan María Durán, de la Parroquia Corpus Christi (Vicaría Episcopal Territorial Este).
Manifestó que esa proclamación es un grito de angustia, pero también de esperanza y en el contexto del Viernes Santo, esta expresión refleja el abandono humano de Cristo en la cruz, y al mismo tiempo, la certeza de que incluso en el silencio, Dios permanece presente.
Aseguró que es una profunda reflexión que conecta el sufrimiento de Cristo con las realidades actuales del país, especialmente en relación a la inseguridad vial y las tragedias humanas que esta provoca.
“Esta expresión de Jesús, en su naturaleza humana, nos invita a mirar dentro de nosotros y reconocer cuántas veces nos hemos sentido abandonados, sin esperanza. También nos llama a transformar la oscuridad en luz, el dolor en confianza, como lo hizo Él”, señaló el diácono.
En ese mismo espíritu de esperanza, la Iglesia llama a reflexionar sobre la crisis que atraviesa la sociedad dominicana, especialmente en lo relativo a los accidentes de tránsito. Comenta cifras del Observatorio Permanente de Seguridad Vial (Opsevi), de que en 2024 se registraron 3,114 muertes por siniestros viales, una cifra que apenas varía respecto al año anterior (3,128 fallecidos), lo que equivale a un promedio de 8 muertes diarias.
El mensaje también hace eco del informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que posiciona a la República Dominicana como el país con mayor tasa de siniestros viales con lesionados por cada 100,000 habitantes y el segundo en mortalidad vial en la región, solo superado por Haití.
Durán destacó la falta de compromiso de muchos sectores sociales, la deficiencia en la aplicación de las leyes de tránsito y la educación ciudadana como causas de esta tragedia silenciosa.
“Vivimos en una sociedad donde las normas se violan como parte del día a día: vehículos pesados circulan sin las medidas mínimas de seguridad, motocicletas sin placas ni cascos, conductores bajo efectos de alcohol o drogas, y una indiferencia generalizada de las autoridades competentes”, advirtió.
Asimismo, invitó a toda la población a asumir con responsabilidad su papel como agentes de cambio “porque no podemos seguir siendo una sociedad reactiva, esperando que la tragedia nos despierte. Es hora de actuar con propósito y sembrar esperanza”.
La Iglesia reafirma su compromiso de acompañar a la sociedad dominicana en este camino de transformación y conversión, recordando las palabras del apóstol San Pablo en su carta a los Romanos: “Incluso no nos acobardemos en las tribulaciones, sabiendo que la prueba ejercita la paciencia, que la paciencia nos hace madurar y que la madurez aviva la esperanza” (Rom. 5,3-4).
El mensaje concluye con un llamado claro: que la Pascua de Cristo inspire a cada ciudadano a mirar con valentía su responsabilidad y a actuar desde la fe, la esperanza y el compromiso social. INS
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