P. Rico-Las Mareas, una de las comunidades costeras más aisladas de la Isla, se empodera para proveer comida y agua a vecinos

Por Leoncio Pineda Dattari

Jacqueline Vázquez junto al fogón./Inter News Service

Salinas, 23 oct (INS).- Jacqueline Vázquez revuelve el caldero y, con el cucharón, deja ver una cabeza de pescado que, de seguro, ya ha dado el sabor al caldo, mientras a su lado vecinas de Las Mareas esperan para poder repartir la comida, que será acompañada con arroz, habichuelas y arepas.
A un lado del sitio donde Vázquez y otras vecinas han instalado el fogón y una cisterna con agua potable, se puede ver una casa con sólo su base destruida por el huracán María.
Al otro lado, la escena se repite: otra vivienda, con enseres y muebles a la intemperie, da cuenta del poder del ciclón que arrasó con Puerto Rico el pasado 20 de septiembre.
Ha transcurrido más de un mes y en Las Mareas, municipio de Salinas -donde residen cerca de 300 familias, unas mil personas-, no esperan por ayuda, la buscan.
Así fue desde el día siguiente en que los vecinos pudieron salir de sus casas y ver el desastre: inundaciones por la marejada ciclónica y decenas de casas sin techos.
Muchos lo perdieron todo, pero no el deseo de salir adelante o ayudar en este barrio ubicado al extremo oeste del ayuntamiento, en la colindancia con Guayama.
A Las Mareas, que en el pasado fue una comunidad cañera y salinera y actualmente pesquera, sólo se puede llegar por un camino (la PR-703), después de recorrer poco más de una milla en autómóvil (no hay carro público).
Pero el aislamiento de Las Mareas -sus casas separan lo que llaman el mar Blanco del mar Negro, uno de aguas marinas; el otro, con el color que ha dejado el mangle-, no ha sido impedimento para que Vázquez y otras vecinas hayan instalado un fogón para repartir comida, “algo más efectivo, porque así nos aseguremos de que la gente coma”.
Son los propios vecinos los que saben quiénes son los que no tienen, “los más frágiles, a esos les llevamos la comida directamente a la casa. Se cocina alimento, lo traen o nosotras lo buscamos. Incluso vecinas cocinan en su casa para ayudar. Inicialmente, nosotros comprábamos, pero después fueron llegando instituciones para ayudar”, recuerda Vázquez.
No es todo: también reparten agua y han ayudado a otros con filtros y lámparas solares, mientras esperan por una nevera que van instalar para guardar medicamentos, leche para bebés y alimentos para gente mayor o enferma.
El sistema ha resultado más efectivo (ellas conocen a los necesitados y sus necesidades) y digno (no es invasivo ni son extraños).
Las comidas que se reparten varían diariamente, aunque hay cerca de 75 personas de edad avanzada a las que no les fallan, gracias a su propia comida o a la que traen entidades como la Cruz Roja, el Instituto Banca, la Fundación Mano a mano o Civitas.
En el mejor de los casos, son aproximadamente 250 raciones.
La distribución se hace en auto o a pie. “Nosotros conocemos a todo el mundo. María dejó un desastre, pero no hay tiempo para llorar y sí para trabajar. Esta comunidad se levantó al día siguiente, con lluvia estábamos sacando postes, pero hay veces que quisiéramos hacer más, aunque la gente de aquí se ha encargado de levantar a la gente de aquí”, afirma la líder comunitaria.
Asegura que la iniciativa nació por la preocupaciones después del huracán “y de inmediato pensé en la comida. En los supermercados no había y todo era ‘cash’”.
Frente a ese escenario, y con la ayuda de vecinos (como Ana González, Hiram Vázquez y Yevelyn Romero), días después del ciclón pusieron manos a la obra y en el fogón cocinaron un “ovejo” con china, limón, vinagre, más arroz, papas y zanahoria. Fue el primer menú de muchos, porque la FEMA no está llegando.
“Sí tenemos voluntarios, personas que en su mayoría perdieron todas sus pertenencias, pero están aquí”.INS
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