R. Dominicana-Festejan los dominicanos el 59° aniversario del ajusticiamiento Rafael Leónidas Trujillo, quizás el dictador más sangriento de América Latina (crónica)

Foto de archivo del general Antonio Imbert Barrera. / Inter News Service

Por Manuel Vólquez

Santo Domingo, 30 may (INS).- Con diferentes actos, el pueblo dominicano festejó hoy el 59° aniversario del ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina y rindió también tributo a los héroes que participaron en la gesta histórica, ocurrida la noche del 30 de mayo de 1961 en el malecón de Santo Domingo tras regresar de San Cristóbal, su ciudad natal.

En la ocasión, la Comisión Permanente de Efemérides Patrias hizo una serie de actividades que incluyó la realización de una charla en la Feria del Libro Virtual que organiza el Ministerio de Cultura.

Juan Daniel Balcácer, presidente de Efemérides Patrias, abordó el tema sobre la planificación de la muerte de Trujillo, las últimas 24 horas que estuvo vivo y de cómo al azar intervino para modificar la agenda de los conspiradores y la puesta en ejecución de la segunda fase, que entraría en vigencia tras el ajusticiamiento.

El Museo Memorial de la Resistencia Dominicana destacó los avances que ha tenido el país en materia de derechos humanos luego de que los dominicanos volvieran a la libertad después de tres décadas de dictadura.

“Nuestra democracia tuvo un precio que tuvieron que pagar con su sangre miles de dominicanos que soñaban con un país más justo, con mayor libertad. Hoy dejan un vacío, no solo para sus familiares sino para el pueblo dominicano, que los recuerda como grandes héroes que cambiaron el rumbo de la nación para que 59 años después pudiéramos transitar por el camino de la democracia y la libertad”, sostuvo la directora-fundadora del Museo, Luisa de Peña Díaz.

Mientras, Manuel Tejeda, presidente de la Fundación 30 de Mayo, recordó que durante la dictadura predominó el terrorismo de Estado, los crímenes y la supresión de toda libertad, sumiendo al pueblo dominicano en la total desesperanza.

Los hechos

Trujillo Molina, nacido el 24 de octubre de 1891, gobernó República Dominicana desde 1930 hasta su asesinato. Ejerció la presidencia como generalísimo del ejército de 1930 a 1938 y de 1942 a 1952 y gobernó de forma indirecta de 1938 a 1942 y de 1952 a 1961. Acumuló inmensas riquezas a través de diversas empresas y la expropiación de las tierras cultivadas por los campesinos.

Sus 30 años de gobierno son conocidos como la Era de Trujillo y considerados como una de las tiranías más sangrientas de América Latina. El mandato se caracterizó por el anticomunismo, la represión a toda oposición y el culto a la personalidad. Las libertades civiles fueron inexistentes y se cometieron constantes violaciones a los derechos humanos.

Sumergió el país en un estado de pánico mediante la represión y crímenes horrendos contra los enemigos políticos (entre ellos el asesinato de las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal) de quien en ese entonces era conocido como “El Jefe”.

La noche de la ejecución, a las 9:45 de la noche, en el kilómetro 9 de la carretera que comunica a Santo Domingo con San Cristóbal, el auto en el que viajaba Trujillo fue ametrallado en una emboscada urdida por Antonio Imbert Barrera, Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Amado García Guerrero, Manuel “Tunti” Cáceres Michel, Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza, Luis Amiama Tió, Pedro Livio Cedeño y Huáscar Tejeda.

El vehículo recibió más de 60 impactos de bala de diversos calibres, de los cuales siete impactaron el cuerpo del dictador, causándole la muerte. Su chófer, Zacarías de la Cruz, recibió varios impactos, pero no perdió la vida, aunque fue dado por muerto por los ajusticiadores.

Antonio Imbert Barrera y Luis Amiama Tió sobrevivieron a la furia de los esbirros del régimen, que se lanzaron contra ellos cuando identificaron al grupo que participó. “Trujillo estaba herido, pero todavía podía caminar, así que le disparé de nuevo”, dijo  Imbert Barrera.

Las herramientas utilizadas en la balacera, proporcionadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, siglas en inglés), fueron ocultadas por el estadounidense Simon Thomas Stocker “Wimpy”, como también se le conocía, propietario del único supermercado del país y residente en República Dominicana desde 1942.

Fue contactado por la agencia bajo el nombre clave de “Héctor”, y rehusó aceptar remuneración económica por el servicio.

Algunos historiadores afirman que los pertrechos nunca llegaron a las manos de los organizadores del ajusticiamiento, debido a la supuesta falta de una autorización explícita de la CIA para su entrega.

Esta opinión fue contradicha por testimonios de viva voz, comunicados por Stocker a familiares y personas de confianza, afirmando que las armas fueron entregadas por él “a un dominicano”, después de haberlas ocultado en su propiedad. No obstante, esa versión fue negada por el único sobreviviente del ajusticiamiento, el general Imbert Barrera, héroe nacional y general vitalicio fallecido el 1 de junio de 2016.

Otros analistas mencionan que el interés de Estados Unidos en acabar con el sátrapa quisqueyano se debió a que la represión de su gobierno podría desembocar en una revolución “filocomunista” en República Dominicana, similar a la cubana, que fue una consecuencia del rechazo del pueblo cubano al dictador Fulgencio Batista.

La familia del férreo gobernante trató de huir con el cuerpo en el yate “Angelita”, pero no fue posible. Su funeral, realizado el 2 de junio del mismo año, fue el de todo un estadista y una larga procesión lo acompañó desde el Palacio Nacional hasta la localidad de San Cristóbal, donde fue enterrado. Miles de personas de todos los estratos sociales desfilaron ante el féretro con los restos del tirano.

El entonces presidente Joaquín Balaguer dio el discurso laudatorio, diciendo, entre otras cosas: “El momento es pues propicio para que juremos sobre estas reliquias amadas que defenderemos su memoria y que seremos fieles a sus consignas manteniendo la unidad. Querido jefe, hasta luego. Tus hijos espirituales, veteranos de las campañas que libraste durante más de 30 años, miraremos hacia tu sepulcro como un símbolo enhiesto y no omitiremos medios para impedir que se extinga la llama que tú encendiste en los altares de la República y en el alma de todos los dominicanos”. INS

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