P. Rico-Socialismo y capitalismo del presente (Opinión)

Por Rafael Santiago Medina

San Juan, 23 ene (INS).- La verdad es que el socialismo como sistema de gobierno está casi muerto o, por lo menos, si no ha desaparecido de la faz de la Tierra ha quedado sumamente reducido en la práctica. Todo cuanto resta ahora como realidad fáctica es un eclecticismo ideológico; una suerte de capitalismo socializante, de una nueva socialdemocracia un tanto más radical que la europea, que se manifiesta principalmente en países de Latinoamérica.

Quienes promulgan el marxismo y su eterna lucha de clases visualizan la existencia únicamente de un enemigo rapaz: el capitalismo. Ese enemigo rapaz fue siempre lo que el llamado socialismo real, el socialismo pragmático con realidad sistémica en el mundo, consideró su antinomia.

Pero la realidad es que el socialismo soviético y todas sus diferentes manifestaciones en el mundo han ido despareciendo. Quedan únicamente algunas reminiscencias de un socialismo sistémico habido, como los casos de Cuba, China, Vietnam o Corea del Norte.

Si se quiere encontrar un verdadero enemigo del socialismo hay que buscarlo en aquellos que se resistieron a que el socialismo evolucionara, catalogando esa posible evolución como revisionismo. El inmovilismo sistémico del socialismo fue el principal enemigo del socialismo real, del socialismo sistémico que existió con verdadera realidad práctica.

Es similar al enemigo interno del capitalismo: el inmovilismo que impide su evolución. Lo que se opone a que se trastoque sistémicamente la economía capitalista, sin percibir que la consigna de los tiempos actuales consiste en evolucionar y cada vez menos revolucionar. Se intentan procurar cambios desde adentro.

El inmovilismo dentro del capitalismo impide erradicar de sus entrañas sistémicas la codicia y la avaricia. Pone barreras al altruismo que busca introducirse en el capitalismo, y al cual debe dársele cabida. Un altruismo que procura poner fin al capitalismo depredador. No únicamente por ser depredador con la clase trabajadora, con el proletariado, sino depredador con el ecosistema; con la Naturaleza, a la que quiere también rentabilizar.

La evolución a una economía capitalista procura abrir paso al compromiso social; a los valores humanistas dentro del sistema capitalista, donde no haya espacio a leyes económicas con vida propia y ajenas al ser humano. Leyes económicas que no están al servicio del ser humano y que se intentan poner a su servicio. En otras palabras, humanizar la economía capitalista.

Avances científicos y tecnológicos surgidos en la modernidad han ido transformando la relación económica, política y social con los medios de producción. Los métodos de producción han ido cambiando. Excepto las excepciones de métodos de producción que quedan del pasado y no se han modernizado, quedando como reminiscencias de economías retrógradas, los nuevos mecanismos productivos de la modernidad están dejando de ser depredadores ecológicamente y con los propios seres humanos.

Los que se aferran al pasado y no ven cómo la economía evoluciona y se transforma, se han quedado en el marxismo tradicional de una lucha de clases eternamente garrafal. No visualizan posibilidades de cambios en el capitalismo para su mejoramiento. Visualizan al capitalismo como el mismo escorpión de siempre, cuya única naturaleza es siempre enterrar su aguijón venenoso. Un escorpión con una naturaleza intrínseca incapaz del altruismo.

Así como los críticos del socialismo atribuían al sistema socialista una carencia intrínseca de motivaciones e incentivos económicos que tendían a la paralización de las fuerzas productivas, los socialistas tradicionales ignoran los retos ideológicos que el ser humano siempre tendrá presente para mejorar bajo todo sistema político y económico. Ignoran que hay siempre una fuerza imbatible que impulsa al ser humano hacia el altruismo.

Negar que en medio del fracaso que tuvo el socialismo real, el altruismo dirigido a transformaciones del capitalismo vigente es y será una fuerza inmanente en la sociedad, muy difícil de ignorar. Una fuerza dirigida a forzar el cambio. INS

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