P. Rico-La sociedad sin propósitos del presente (Análisis)

Por Rafael Santiago Medina

San Juan, 21 ene (INS).- Se hace cada vez más común la observación de que se está perdiendo el interés por la política, la economía y las ciencias sociales. Son asuntos que quedan cada vez más al soslayo del interés generalizado, al volcar la gente su interés por los temas faranduleros, las noticias policiales y las reseñas sobre perfiles de personalidades famosas y reconocidos empresarios exitosos.

Ese desinterés por asuntos fundamentales de la sociedad tiene sus raíces en lo que se ha denominado por estudiosos como la sociedad sin propósitos del presente. La sociedad moderna es la sociedad de la cotidianidad. El pensador surcoreano Byung-Chul Han la denomina “la sociedad del cansancio”.

Se ha perdido todo propósito vivencial en la sociedad. La sociedad, por lo tanto, ya no persigue un objetivo común. La gente es arrastrada por los intereses dominantes de consumo que rigen la sociedad de la cotidianidad. Las reglas conductuales de esta nueva sociedad se han ido internalizando de modo subliminal. Sus hábitos se dan por buenos y normales. Quien se aparta de esa conducta es considerado un antisocial; un sociópata.

Es cada vez más de ínfimas minorías en la sociedad de hoy el pensamiento crítico. Se vive una cotidianidad impensada que arrastra a la gente a conductas generalizadas, que se hacen parte de la normalidad en la sociedad.

La sociedad sin propósitos carece de metas comunes compartidas que trasciendan la cotidianidad. No hay un propósito de vida en la sociedad. Se vive y punto. Es una suerte de existencialismo sin proyecto de vida. De existencialismo per sé. De dejarse arrastrar por la cotidianidad.

Está cada vez más ausente en el ser humano la voluntad. El ser humano se ha hecho presa fácil de los designios y veleidades del poder dominante. El libre albedrío individual se ha convertido en un albedrío colectivo, generalizado y común que arrastra a la gente cual torrente social de la cotidianidad.

Vivir en una sociedad sin propósitos, en una sociedad donde se vive por vivir, deja a las personas en un vacío existencial, carentes de un rumbo vivencial fijo. No hay metas, ni propósito de vida. La sociedad carece de una utopía que la ciudadanía deba perseguir; se vive en la distopía de la cotidianidad. La cotidianidad sustituye todo propósito de vida en la sociedad.

La sociedad sin propósito es equivalente a la vida sin propósito. El despropósito en la sociedad impide que la gente presuponga utopías para la vida en sociedad; se carece de un imaginario social que imparta propósito a la vida, tanto individualmente, como en sociedad.

Cuando dejan de haber propósitos compartidos, comienza la entropía. La sociedad sin propósito es, por tanto, una sociedad entrópica. Una sociedad donde lo único que imparte armonía son los hábitos de consumo de bienes y servicios: la cotidianidad consumista. El orden estriba en las reglas del mercado impuestas en la sociedad. En otras palabras, las leyes del capitalismo.

Empero, el capitalismo carece intrínsecamente de armonía; es la entropía de la competencia y el afán desmedido de lucro, con muy pocas reglas. En otras palabras: el laissez faire, donde se pasa de la distopía hasta caer en la entropía del “dejar hacer” en completa libertad del libre mercado y con una mínima intervención gubernamental que imponga algún tipo de orden.

Es esta la sociedad que nos ha legado la modernidad y que vive el ser humano del presente. Es la sociedad postmoderna del fin de los ideales y del régimen del pragmatismo. Entiéndase bien, la nueva sociedad sin propósitos. INS

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