P. Rico-En abril de 1978, Afganistán había elegido la senda del socialismo y la modernidad (ampliación)

Por Rafael Santiago Medina

San Juan, 22 ago (INS).- Antes de todo este lío actual con los talibanes (“estudiantes”, según la traducción del afgano), su regreso al poder y un retorno al medioevo, Afganistán había elegido la senda del socialismo y la modernidad en abril de 1978.

El triunfo de la revolución en Afganistán llevó al poder al Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) y a Muhammad Taraki a la presidencia. El nuevo régimen socialista tenía una tarea titánica: Afganistán era una sociedad atrasada y muy pobre, con una desigualdad brutal y una pobreza considerable. La tasa de analfabetismo era superior al 95%.

Las medidas más importantes que la revolución y el nuevo gobierno socialista de Afganistán iba a tomar se centraban en la educación, la economía y la sociedad.

Entre esas medidas estaba la construcción de miles de escuelas y contratación de maestros y la educación -por primera vez- en lenguas locales.

En cinco años, un millón de personas en Afganistán había pasado por los programas de alfabetización, al tiempo que la política sanitaria dotaba de infraestructuras en este ámbito también, aumentando casi un 100% las camas hospitalarias y un 50% el número de médicos.

Una reforma agraria integral que dotaba de tierra a los campesinos, liberándoles de la esclavitud basada en las deudas al terrateniente, condonadas por un decreto. El Estado pasaba a proveer de semillas y ayudas a los campesinos, creando cooperativas.

Y otras medidas en el ámbito cultural y social fueron las siguientes: igualdad jurídica entre hombre y mujer; abolición de matrimonio infantil; ley de divorcio; derecho a la mujer a no usar velo; legalización del trabajo femenino.

Todas estas medidas enfurecieron a los sectores más reaccionarios: burguesía rural, terratenientes, clero islámico, y a otros elementos reaccionarios del exterior. Los primeros disturbios sangrientos, con asesinatos y degollamientos de maestros, funcionarios y comunistas, tuvieron lugar en Nuristán en junio de 1978.

Una de las grandes mentiras repetidas en Occidente fue que la revolución socialista afgana tenía desde sus orígenes patrocinio soviético. Sin embargo, la URSS tardó algunos años en reconocer al gobierno revolucionario de Afganistán. Los primeros países en hacerlo fueron Persia (Irán), India y Reino Unido.

Esta realidad fue cambiando, y la URSS comenzó a tener un papel protagónico de respaldo a la revolución afgana en diciembre de 1979.

Por causa de un juego geopolítico, la dictadura reaccionaria de Pakistán y Estados Unidos combatieron desde el inicio al régimen de la revolución de Saur. El 3 de julio de 1978, Jimmy Carter iniciaba el proceso de financiación y armamento a los islamistas, padres del talibán actual, que combatían al gobierno socialista afgano y a su aliado en el país: la URSS.

En marzo de 1979 hubo una insurrección en Herat, donde los islamistas asesinaron, decapitaron, pasearon cabezas o violaron a comunistas, funcionarios del gobierno y educadores del sistema de docencia. Occidente solo condenó la “represión” posterior del gobierno afgano a los terroristas.

Los campamentos de Pakistán, con el patrocinio de Estados Unidos, estaban infestados de terroristas desde al menos junio de 1978. En Occidente, estos muyahidínes (es decir, luchadores de la fe islámica) eran catalogados de “luchadores de la libertad”.

Los terroristas que ponían una media de 60 bombas al mes y mataban a unos mil civiles, según cálculos de las autoridades afganas en 1978 y 1979, eran asesorados y financiados por Estados Unidos, Arabia Saudí y Pakistán.

La reforma agraria y la alfabetización eran los elementos que más alimentaban a los islamistas radicales en su lucha contra la revolución socialista afgana.

Verdaderamente, la presencia de la URSS se hace notoria y se intensifica en Afganistán desde los atentados islamistas y el complot orquestado por Estados Unidos contra Taraki.

En virtud del tratado de amistad entre Afganistán y la URSS y a petición del Consejo Revolucionario de Afganistán, la URSS acude en ayuda de la revolución afgana. Esto sucede en diciembre de 1979.

Afganistán, al tiempo que sigue la guerra contra los terroristas islamistas que el gobierno de Estados Unidos y la prensa estadounidense denominaban “freedom figthers”, continúa modernizando el campo y la economía. La industria pasa del 3% en 1978 al 10% en 1984.

Afganistán contaba con su primera mujer ministra, Anahita Ratebzad. Durante su mandato se crearon escuelas infantiles públicas, se alfabetizó a miles de mujeres en el campo y se introducía a la mujer al ámbito de la educación y la sanidad.

Las mujeres eran incluidas en las Fuerzas Armadas y en cuerpos de seguridad del régimen socialista de Afganistán. Muchas de las integrantes, al ser capturadas por los muyahidín amigos de Occidente, eran sistemáticamente violadas y ejecutadas. La prensa de Occidente omitía estas informaciones.

En 1981, Margaret Thatcher daba un mitin ante miles de fundamentalistas afganos que combatían al Afganistán socialista: “Los corazones del mundo libre están con ustedes”. Ese año, hay documentados 245 atentados con bomba, 198 ejecuciones por degollamiento y 2,500 muertos en atentados.

En verdad, es un error decir que Estados Unidos “fundó” a los islamistas afganos. Pero fue su principal fuente de financiación y de armas, a pesar de que eran los elementos más reaccionarios de la sociedad. Sin la ayuda de Estados Unidos, los talibanes jamás hubiesen podido llegar al poder en Afganistán.

Y todos los atentados y brutalidades, las matanzas, los abusos, degollamientos eran silenciados en la prensa occidental. Mientras, en ciudades occidentales, grupos de derecha y anticomunistas hacían demostraciones de solidaridad con el islamismo afgano.

En 1986, la revolución socialista afgana pasa a ser dirigida por Mohammed Najibullah, quien trató de negociar un proceso de reconciliación nacional con los rebeldes. Mientras tanto, los soviéticos atacaban puntos fuertes de los islamistas afganos con helicópteros MI-24 Hind y cazabombarderos, y el Spetsnaz sufrió graves bajas en tierra.

Ese año, los muyahidin comenzaron a recibir misiles tierra-aire FIM-92 Stinger, lo que hizo que los soviéticos perdieran el control de los cielos. En 1988, Mijaíl Gorbachov decidió retirar a las tropas soviéticas, sobre la base de una tregua negociada con Ahmed Shah Massoud, uno de los jefes insurgentes. Un año después, el 15 de febrero 1989, las últimas fuerzas militares soviéticas abandonaron Afganistán.

Después de la retirada soviética, en el período entre 1989-1992 comienza la llamada guerra civil afgana, dejando al gobierno socialista sumamente débil para defenderse de los muyahidines.

Sorprendentemente, el gobierno socialista afgano sobrevivió a la retirada de los soviéticos y a la progresiva reducción de las ayudas económicas y militares. Este hecho se explica por la gran cantidad de equipamiento militar y apoyo logístico que brinda la URSS.

En 1989, el ejército y las milicias progubernamentales aún contaban con 1,568 tanques, 828 vehículos blindados, 4,880 piezas de artillería, 126 cazabombarderos y 14 helicópteros de ataque. Esta enorme cantidad de potencia de fuego fue suficiente para mantener a raya a los muyahidines.

La República Democrática de Afganistán también siguió recibiendo ayuda masiva de la URSS, por valor de entre dos y seis mil millones de dólares al año, y los asesores militares soviéticos todavía estaban presentes en Afganistán.

Pero en abril de 1992 colapsa el gobierno socialista afgano y comienza todo un proceso de retroceso político, económico y social en el país. INS

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