P. Rico-Coronavirus/Todavía existen dudas sobre duración de la inmunidad que ofrecen las vacunas contra Covid-19

Por Rafael Santiago Medina

San Juan, 21 ago (INS).- Conforme ha ido avanzando el proceso de vacunación contra Covid-19, acucia la pregunta en lo concerniente a cuán duradera es la inmunidad.

Todavía no se dispone de una respuesta basada en la evidencia, puesto que no ha pasado el tiempo suficiente desde el inicio de la enfermedad. Y aunque hay hallazgos alentadores, otros son desalentadores.

Se sabe que cuando el sistema inmunitario entra en contacto con un antígeno por primera vez, los componentes de la respuesta específica tardan algunos días en activarse completamente. Esta respuesta primaria no alcanza toda la potencia de la que el sistema inmunitario podría ser capaz, y por eso a veces sucumbimos a las infecciones.

No obstante, como resultado de este encuentro se generan células memoria, que podrían tener larga vida y que guardan la información sobre cómo destruir al antígeno, pero frente a todos los virus.

En un segundo encuentro de las células memoria con el virus, la respuesta secundaria será mucho más rápida, potente y eficaz, gracias a la activación de éstas. Esa es la virtud que se atribuye a la vacuna. Sus apologistas aseguran que tiene la capacidad de generar células memoria que son capaces de controlar a ese patógeno si se produjese la infección a través de un contagio.

La certeza de esa aseveración tiene sus variantes, tomando en consideración que hay cuatro coronavirus que causan alrededor del 20% de los resfriados comunes, así como otras tres enfermedades graves: el SARS (síndrome agudo respiratorio grave, aparecido en 2003) y el MERS (síndrome agudo respiratorio grave de Oriente Medio, aparecido en 2012) y la Covid-19.

La memoria frente a los coronavirus causantes del resfriado no es muy potente, y por eso nos enfermamos tan frecuentemente, además de que hay otros virus no relacionados que también lo producen.

Y en cuanto al SARS, sabemos que los anticuerpos en personas que pasaron la enfermedad disminuyen rápidamente y apenas eran detectables dos años después, mientras que las células memoria productoras de anticuerpos (linfocitos B) desaparecieron antes de los seis años, por lo que a partir de entonces habría desprotección.

Sin embargo, estudios recientes han conseguido encontrar anticuerpos neutralizantes 17 años tras la infección. Por lo tanto, los temores de que la inmunidad frente al SARS-CoV-2 fuera también efímera estaban justificados.

Además de las células memoria, tenemos otro importante aliado para protegernos. Cuando el linfocito B se activa tras reconocer al antígeno, se convierte en una célula, llamada plasmática, que es la que realmente produce anticuerpos.

La mayoría de estas células mueren cuando acaba la infección, y son las llamadas células plasmáticas de corta vida. Pero en determinadas ocasiones se generan otras células muy peculiares que se encuentran en unos nichos especiales en la médula ósea, y que son las llamadas células plasmáticas de larga vida. A veces, de vida eterna.

Durante todo ese tiempo, estarían produciendo anticuerpos que neutralizarían una nueva infección, tal y como ocurre con la rubeola, la mononucleosis infecciosa, las paperas o el sarampión. Por eso no volvemos a sufrir estas enfermedades.

Aunque lógicamente todavía no sabemos cuánto va a durar exactamente la inmunidad frente al SARS-CoV-2, estudios médicos han comprobado que los anticuerpos anti SARS-CoV-2 permanecían en el suero de pacientes que habían sufrido la enfermedad durante al menos ocho meses, y que iban disminuyendo a una velocidad inferior a la inicialmente temida.

En segundo lugar, las células memoria productoras de anticuerpos se mantenían muy activas y en niveles muy altos a lo largo de esos ocho meses, por lo que podría suponerse que conferirían protección durante algunos años.

Estudios muy recientes han elevado esta protección hasta al menos 12 meses con una aparente selección hacia aquellas células memoria más eficaces, que no siempre están presente en todos los seres humanos.

Sin embargo, en aquellos sujetos que por haber pasado una enfermedad leve no se encontraban estas células B memoria, presentaban una muy robusta respuesta a cargo de las células T memoria, responsables de la inmunidad celular. Es decir, no todo son los anticuerpos.

En favor de la vacuna contra Covid-19 está el hecho de que la respuesta a las vacunas induce una potente formación de células plasmáticas en los llamados centros germinales, un requisito fundamental para que se produzcan estas células B memoria.

No obstante, los investigadores se han sorprendido de que el descenso en la concentración de anticuerpos tras sufrir la enfermedad tenía dos fases: una primera, en la que decaían rápidamente, y otra a partir de la cual se mantenían estables. Este patrón sugería que las células plasmáticas de larga vida podrían ser responsables de mantener estos anticuerpos.

La hipótesis demostró ser correcta, puesto que fue posible aislar y purificar estas células plasmáticas de larga vida, que habían encontrado su nicho en la médula ósea, 11 meses tras sufrir la enfermedad. Además de tener una vigorosa respuesta a largo plazo de células memoria T y B, también vamos a contar con células plasmáticas que estarán produciendo anticuerpos frente al virus durante, probablemente, muchos años.

Empero, todo ese positivismo con la vacuna se disipa con la llegada de las nuevas variantes de Covid-19. Especialmente, con la variante Delta.

Ahora se ha establecido la necesidad de administrar dosis de refuerzo al ciclo de las dos inoculaciones de las vacunas más conocidas que han sido utilizadas. La certeza de la inmunidad a bastante largo plazo de las vacunas contra el Covid-19 que se tenía originalmente se disipó con la variante Delta.

Ésta ha conseguido escapar a nuestras células memoria, que solo recuerdan lo que ya han visto. Y, en este caso, habrá que administrar vacunas dirigidas frente a estas nuevas variantes. Y es posible que surjan otras variantes similares o peores.

Es por eso que el concepto de inmunidad con la pandemia del Covid-19 ha cambiado. Todo apunta a que vamos a tener que convivir durante muchos años con el virus, por lo que habrá que vigilarlo estrechamente. INS

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