P. Rico-El Estado Profundo o gobierno permanente de Estados Unidos son términos que se han puesto en boga bajo la presidencia de Donald Trump (análisis)

Por Rafael Santiago Medina

San Juan, 31 may (INS).- En el léxico político de Estados Unidos, hay un concepto que se ha puesto de moda bajo la presidencia de Donald Trump: el “Estado Profundo”.

Su definición varía según quien la pronuncie, pero en estos días la expresión en Estados Unidos suele aludir a una red de funcionarios públicos que operaría secretamente.

Es decir, un poder fáctico de altos funcionarios de los servicios de inteligencia, del Departamento de Estado y del Pentágono, cuya permanencia en los cargos va más allá de los cambios de mando presidencial.

“El término de ‘Estado Profundo’ implica que hay gente secretamente en algún lugar, fuera de la mirada pública, escondida incluso de la burocracia, tirando de las cuerdas y manipulando cosas”, explica Gordon Adams, profesor emérito de la American University y experto en política de defensa y seguridad nacional, en un reportaje publicado por BBC Mundo.

La existencia de esa entidad ha sido señalada por defensores y asesores del presidente, así como por algunos analistas, para explicar una serie de filtraciones de información desde diferentes oficinas del gobierno, incluso de inteligencia.

El concepto de “Estado Profundo” está lejos de ser algo nuevo o asociado estrictamente a Washington: en los últimos años se ha hablado de redes de ese tipo en Turquía y Egipto.

Pero en Estados Unidos, la idea de un “deep state”, como se dice en inglés, ha adquirido una relevancia especial tras las elecciones de noviembre.

Hace ya cierto tiempo, Peter Dale Scott ha venido hablando de los “acontecimientos profundos estructurales” de ese Estado Profundo, como el asesinato del presidente Kennedy, el caso Watergate, el escándalo Irán-Contras (o Irángate) y el 11 de septiembre de 2001. Son hechos que desde el principio parecen rodeados de misterio.

Por otro lado, implican sistemáticamente la realización de actos criminales o violentos y forman parte de los procesos clandestinos de los servicios de inteligencia.

Por último, explica Scott que la consecuencia de esos hechos es que extienden la parte secreta del Estado y posteriormente dan lugar a todo tipo de disimulaciones sistemáticas en los grandes medios de prensa y en los archivos internos del gobierno.

Scott asegura que a medida que profundizaba en el estudio de esos hechos, notó muchos elementos en común. Eso refuerza la posibilidad de que esos hechos no sean resultado de intrusiones externas y fortuitas en la historia de Estados Unidos, sino más bien fruto de un proceso endémico y que provengan de una fuente común.

Descubre Scott en sus investigaciones que entre el asesinato de Kennedy, el Watergate, el escándalo Irángate y el 11 de septiembre hay un factor común: la implicación, entre bastidores, de individuos que participaron en el plan más secreto e importante de Estados Unidos para el manejo de situaciones de crisis.

Desde los años 1950, asegura, ese plan se conoce como programa de “Continuidad del Gobierno” (Continuity of Government o COG), más comúnmente designado en el Pentágono como “Proyecto Juicio Final”. Como supervisores de la planificación altamente confidencial de la COG, un restringido número de sus planificadores lograron alcanzar altas responsabilidades. Ejemplo de ello son Donald Rumsfeld y Dick Cheney.

Scott ve a ese círculo de planificadores de la COG como uno de los numerosos elementos de lo que ha optado por llamar el “Estado Profundo estadounidense”. También pertenecen a este Estado Profundo agencias como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA),así como empresas privadas como Booz Allen Hamilton, que absorben -como contratistas- más de la mitad del presupuesto de los servicios de inteligencia estadounidenses, entre otras corporaciones privadas.

Según él, ese Estado Profundo incluye, finalmente, los poderosos bancos y otras multinacionales, cuyos intereses y opiniones están ampliamente representados dentro de la CIA y la NSA y dispone del control exclusivo de un canal oculto de comunicaciones que escapa al control del gobierno.

“Esa red puede penetrar hasta lo más profundo de la estructura social de Estados Unidos y manipularla o perturbarla de forma duradera”, agrega.

“El Estado Profundo tiene que parar con su mierda”, dijo Roger Stone, un viejo asesor político de Trump, a la revista The New Yorker en vísperas de la investidura del presidente, el 20 de enero.

Se refería a información que acababa de publicar el diario The New York Times, citando a funcionarios estadounidenses, que indicaba que investigadores del FBI, la CIA y otras agencias locales de inteligencia examinaban a Stone y otros colaboradores de Trump por supuestos vínculos con Rusia.

Stone negó haber tenido esos vínculos, y responsabilizó al “Estado Profundo” por la información divulgada.

“El Estado Profundo nunca duerme. Siempre está haciendo algo. Hacer algo, es decir, socavar a la administración de Trump”, indicó esta semana un artículo en Breitbart News, un sitio web de derecha cuyo exejecutivo Stephen Bannon es ahora estratega jefe de la Casa Blanca.

Bannon define que una meta del gobierno es la “deconstrucción del Estado administrativo”, que a su entender fue montado por la izquierda para defender sus intereses mediante regulaciones burocráticas.

“Si miras a las personas nombradas para el gabinete, fueron seleccionadas por una razón y eso es la deconstrucción” del “Estado administrativo”, explicó Bannon en una reunión de conservadores.

De hecho, algunas personas que Trump eligió para su gabinete han tenido posiciones encontradas con lo que tradicionalmente se cree que deben hacer los departamentos que encabezan.

Por ejemplo, para la agencia de protección ambiental EPA escogió a alguien que duda de la existencia del cambio climático y con intereses vinculados a la industria de combustibles fósiles. Como secretaria de Educación nominó a una defensora de las escuelas “charter” fuera del sistema de enseñanza estatal; y para el Departamento de Salud escogió a un médico que cree que “el problema es que hay mucho” involucramiento del gobierno en la atención sanitaria.

Hay, pues, sugieren analistas, una batalla campal entre la administración gubernativa de Trump y el Estado Profundo que protege la institucionalidad del gobierno estadounidense, más allá de los acontecimientos circunstanciales de la política partidista que coloca en la presidencia de Estados Unidos a uno o a otro. INS

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