México-Es posible levantarse del polvo y los escombros (Crónica)

Las condiciones en que se encuentran muchos edificios en las zonas afectadas, los hacen inhabitables. Inter News Service

Por Juan Carlos Machorro

México, 7 oct (INS).- A consecuencia del terremoto, en México el mes de septiembre, tras 32 años, ha vuelto a ser un comienzo de reconstrucción nacional y de establecer una faz urbana y social diferente para este siglo XXI; en 1985, el día 19, un sismo provocó poco más de 7 mil fallecidos y paradójicamente en este año 2017, un día 19, la tierra se cimbró con un movimiento telúrico de 7.1 grados cuyo epicentro a 120 kilómetros de la capital mexicana ha provocado poco más de 370 víctimas mortales.

Esta vez el movimiento telúrico dejó de herencia a cientos de miles de jóvenes que sin ninguna convocatoria, sin ningún llamado oficial, salieron solidarios a la calle para acudir en auxilio de su prójimo.

La tierra vibró y le recordó al hombre que el Planeta es un ser vivo que se mueve y que el hombre, hasta hoy, es un pasajero momentáneo en este tiempo, por lo que un sismo debe ser un renacer en el aprendizaje de la vida urbana, donde las nuevas tecnologías en edificación de inmuebles tienen que estar siempre atentas a estas señales de los suelos.

“Sismos hubo antes de nuestra llegada y los habrá tras nuestra partida”, opinan los científicos al paso de los días, de ahí que exhorten a que el humano aprenda a vivir con ellos y mitigar sus golpes con cultura de prevención y de construcciones sustentables que soporten los temblores.

En México, estos sismos de los días 7 y 19 de septiembre le recordó a su población que no se puede construir de forma no adecuada, pues las consecuencias son palpables y que un sinfín de edificaciones que no pasan de los 10 años de ser levantadas deberán ser derribados por quedar muy frágiles para ser habitadas.

El Colegio Mexicano de Ingenieros Civiles ha denunciado que el gobierno de la Ciudad de México tiene hace años una política urbana descontrolada que ha permitido que hoy cientos de edificios tengan que ser supervisados por ser endebles.

En las calles a dos semanas del sismo del 19 de septiembre, que tuvo más impacto en la capital mexicana, la realidad no ha regresado al 100% a su normalidad, las escuelas aún no abren en su totalidad, sino que han sido aperturas escalonadas conforme se revisan los planteles y los edificios de oficinas.

Si bien siempre es común que las mujeres lleven zapatos de tacón, hoy se les permite ir en tenis y jeans, por si tienen que salir rápido y en algunos casos se está permitiendo el trabajo desde casa vía Internet.

Poco a poco retorna la normalidad, las ligas profesionales de deportes han retomado sus juegos en estadios y hasta U2 realizó un par de conciertos en México que pasaron un poco desapercibidos por la realidad de suspenso y calma a secas que se percibe en las personas.

En las calles, en el transporte, en las escuelas, en general, en toda la capital mexicana como los estados de Chiapas y Oaxaca, los más golpeados, se percibe un aire de silencio, de temor por cualquier pequeño acontecer, de no hacer ruido para llamar la atención, esto último es perceptible en los mercados y tianguis en donde es costumbre escuchar música a todo volumen.

En el recorrer de las calles, se aprecia pasividad, quietud, tranquilidad, un sistema de transporte público no tan atiborrado como es costumbre, la gente en pocas palabras no quiere discutir con el de al lado.

Poco a poco, los centros de acopio —que por fortuna siguen trabajando y aún repartiendo ayuda—, van siendo menos concurridos, pero no por ello se olvida que el 19 de septiembre de 2017 quedará en la mente para siempre.

Máxime cuando los trabajos de reconstrucción de Ciudad México tomarán meses, pues se tienen catalogados a 500 inmuebles como inhabitables con daños estructurales que les hará ser motivo de derribó planificado.

Caminar por los barrios por predilección escogidos para abrir bares, centros nocturnos y los restaurantes más concurridos, las colonias Roma y Condesa, da un sentir de inseguridad, de apreciar edificios abandonados, vacíos ante el temor de venirse abajo, de pocos peatones y de soldados vigilantes para evitar actos de rapiña.

En pocas palabras, hay una percepción de miedo y quizá esperanza a lo que vendrá, la reconstrucción desde cero de la vida de miles de personas.

Signos de corrupción, mal uso de recursos en su construcción, consecuencia derrumbes y muertes, todo ello recuerda al mexicano y a los latinoamericanos que lo último con que se debe lucrar es la seguridad y principalmente la vida de los individuos.

Esta situación ha llevado a que surjan reportes en redes sociales sobre escasa coordinación entre autoridades, decomisos potencialmente ilegales de donativos y la insuficiente asistencia en zonas devastadas como las pequeñas comunidades pobres, y no hablamos de los estados de Chiapas o Oaxaca, que tienen cientos de pequeños pueblitos afectados, sino en la propia Ciudad de México, en sus delegaciones del sur como es Xochimilco.

“Debemos prestar atención a estas informaciones, porque la reconstrucción debe estar sustentada en principios de transparencia y derechos humanos con una visión estratégica que permita prevenir una nueva catástrofe”, expresó Tania Reneaum, directora Ejecutiva de Amnistía Internacional México.

Las cifras en estos días son muy cambiantes, se habla que para los estados del sur del país —Chiapas y Oaxaca— se asignarán 6 mil 500 millones de pesos (362 millones de dólares) en tarjetas electrónicas para reconstrucción de viviendas y en los restantes estados, incluyendo la Ciudad de México será de 10 mil millones de pesos (560 millones de dólares), en una primera evaluación.

El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, ha dicho que los recursos del Fondo Nacional de Desastres “no son infinitos, tienen una limitante”, por lo que podría ser necesario que, para el paquete presupuestal del próximo año, “se den reacomodos en la designación de gasto de recursos y estén reasignados a rubros y asignaturas que hoy demandan mayores recursos para la reconstrucción”.

En los estados de Oaxaca, Chapas, Puebla, Morelos, México y Guerrero, donde se sintieron los sismos del 7 y 19 de septiembre, más de 150 mil viviendas resultaron totalmente dañadas, informó la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, lo cual conlleva a que más de 250 mil personas que perdieron su vivienda estén hoy en pobreza patrimonial. INS

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